Shadow

Todavía recuerdo aquel día

Todavía lo recuerdo. Aquel día sería el último. Desde entonces, ya nada volvería a ser igual. Era la primera vez que no me reconocías. Eran los estragos de la terrible enfermedad que te afectaba hacía años

Todavía lo recuerdo. Ese día, comencé una especie de duelo, muy difícil de explicar en palabras, porque aun te podía tocar, sentir, acariciar y sonreírte cuando me sonreías con una amabilidad y dulzura distintas, pero hermosa.

Pasarían tres años para que tu cuerpo expirara de forma definitiva. Desde el instante de tu partida, las sensaciones son distintas. Nunca antes había sido testigo de ellas. Sin duda, es el inicio de una nueva manera de vivir. Sin ti.

Fueron los tres años más extraños de mi vida. Aunque hablo por mí, estoy seguro de que lo mismo les ocurrió a mis hermanos. A Papi, sin embargo, se le hizo más difícil. No es para menos, se habían declarado el ‘Sí, acepto’, en el año 1972.

Darte las gracias fue lo primero que me vino a la mente aquel día.

¡Mami, gracias!

Mami, aunque no me reconoces, siento que no me has olvidado. Quiero que sepas que nunca olvidaré lo que hiciste por mí, ni todo lo que me enseñaste con tu ejemplo. ¡Gracias!

Fue gracias a ti que aprendí lo que es tener un espíritu de superación incansable. ¡Gracias!

Recuerdo que mientras nos criabas a mis cuatro hermanos y a mí, estudiabas de noche para terminar tu cuarto año de escuela superior. Así, poco a poco, con mucha paciencia y entrega, lo conseguiste. ¡Gracias!

Recuerdo cuando nos mostrabas tus notas, con mucho orgullo -y es que no podía ser de otra manera, mami- en ese momento también estaba emocionado. ¡Gracias!

Sin temores y decidida, seguiste estudiando hasta que obtuviste un diploma universitario. ¡Nunca lo olvido!

Cuando llegaste a casa con ese logro, sin saberlo, o teniéndolo muy claro, tomabas en tus manos las riendas de tu vida y las de nuestro futuro. Mami. ¡Gracias!

Nunca sabré si fue algo con lo que soñaste cuando eras jovencita; lo siento, mami, se me hizo tarde para preguntarte. ¡Lo siento, con dolor en mi corazón!

Por ti, descubrí lo que es ser paciente. Y es que tenías una paciencia inmensurable, distinta. Eso nunca lo olvidaré.

Hoy ya no es así. No resistes. El llanto o el coraje se apoderan pronto de ti. Yo sé que no eres consciente de ello, pero papi siente tanto dolor ante tu desconocimiento. Todavía no cree lo que sus ojos ven. Tratamos de explicarle que todo es parte de tu nueva vida.

Mami, poco a poco, lo está entendiendo.

Ante todo, solo me resta abrazarte y decirte que todo estará bien. Que todos te amamos y que te vamos a cuidar hasta el último día.

Hoy no lo recuerdas, pero también eras muy persistente. Lo descubrí cuando no me permitiste abandonar mis clases de música. Un día, cuando otros dejaban a un lado la ilusión de ser músicos -y yo me vi tentado a dejarlo también- simplemente me aconsejaste a no hacer lo mismo. Y es que, en el fondo sabías me encantaban mis clases de trompeta. ¡Gracias!

Hoy, te veo frágil, más frágil que nunca. En tu mirada observo a veces una alegría increíble, y otras veces, una tristeza indescriptible. La frustración también se apodera de nosotros, porque no tenemos la certeza de cómo ayudarte. Es doloroso.

Sobre todo, cuando preguntas por mi abuelita. Lo siento, mami, pero me toca decirte que vendrá pronto, para que no llores de nuevo, con tanto dolor, porque no puedes verla. Hace tanto que no está con nosotros, pero eso también lo has olvidado.

Hoy solo quieres irte a la casa, pero no es esta casa, ni a la otra. Sólo a aquella casa en la que te sientes segura, la de tus recuerdos, la que está en lo más profundo de tu mente. Una casa a la que yo, con pesar, no te puedo llevar, pero que seguramente es hermosa, tan hermosa como tu alma.

Pronto estarás allí, mami, te lo prometo.

Gracias, por tanto.

Te recordaré en este instante, mañana y siempre. Hoy, te sigo abrazando.

Bendición, mami.

2 Comments

Leave a Reply